Hace unas semanas cuando llegaba de
un viaje y me bajaba en el Aeropuerto de Hermosillo vi como había una alfombra
roja tendida, la alfombra era larga y salía desde el área protegida hasta la
orilla de la pista.

            El área de migración, hasta donde
llegaba la alfombra roja, se encontraba repleta de funcionarios, periodistas y
fotógrafos. Al intercambiar palabras con uno de ellos mientras pasaba la aduana
me explicó brevemente que se trataba del comité que recibiría a inversionistas
orientales.

Ahora la escena cuadraba, se había preparado el
ambiente necesario para apantallar a los empresarios Chinos, los cuales
traerían la nada despreciable suma de 100 millones de dólares para invertir en
empresas del ramo textil.

            Esto sucedió durante el mes de mayo,
un mes después se cumplía un aniversario más de la expulsión de los chinos en
Sonora, aniversario que pasó desapercibido para el gobierno, funcionarios,
historiadores y la gran mayoría de habitantes del estado. Se presentaba pues
una gran paradoja, por un lado se expulsa a los chinos y por otro setenta años
después se les invita a hacer lo que fue la causa de su expulsión: la creación
de negocios.

            En junio de 1931 se dio inicio la
expulsión oficial de los chinos de Sonora, el entonces gobernador Rodolfo Elías
Calles, victima de presiones populares, promueve una ley que se implementaría
justamente ese mes, la cual limitaba y regulaba exclusivamente y de manera
excesiva a las empresas administradas, operadas y apropiadas por chinos.

            Básicamente esta ley buscaba regular
el capital chino de tal forma que fuera imposible para estos el operar sus
negocios. Aún así algunas empresas chinas subsistieron de acuerdo a esta ley,
pero el tiro de gracia fue cuando se les obligó a vender sus posesiones en
menos de quince días para luego ser deportados.

            En aquel entonces el revés y las
repercusiones para la economía de Sonora fueron impresionantes, así como
también las oportunidades surgidas. Por un lado brotaron oportunistas que
aprovecharon la ocasión para hacerse de negocios baratos y completamente
desarrollados. Por otro lado el gobierno dejó de percibir los impuestos que
pagaban los empresarios chinos, la disminución de la recaudación a su vez causó
problemas de inversión en infraestructura en un estado que apenas se recuperaba
de los estragos de la revolución. También hay suposiciones, hoy prácticamente
imposibles de comprobar debido a la desaparición de archivos históricos, de que
el éxodo chino fue uno de los detonadores del quebranto del Banco de Sonora.

            Setenta años después, el presidente
Fox elogia al gobernador Armando López, por ser el artífice de esta nueva ola
de inversiones en nuestro Estado, perdiendo así ambos mandatarios la
oportunidad de oro de disculparse oficialmente con los funcionarios y
empresarios chinos por los agravios del pasado. ¿O no se merecen los chinos una
histórica disculpa?

            El detestar la inversión extranjera
sería detener el crecimiento en un estado donde el inversionista local poco hace
por detonarlo. A falta de riesgo local, el gobierno busca a los arriesgados
inversionistas extranjeros, el punto álgido está en el poco o nulo análisis por
parte del gobierno sobre la situación histórica, la falta de un estudio de
impacto sobre los posibles choques culturales y por ultimo el importantísimo
punto de debate sobre las relaciones bilaterales con Estados Unidos, principal
inversionista extranjero en Sonora.

            Durante los últimos años se ha
presentado una tensa relación entre China y Estados Unidos. Sus diferencias
diplomáticas, militares y comerciales son marcadas. Justo en el ultimo
altercado entre ambos países debido a un accidente aéreo, salieron a relucir
cuestiones que nunca se habían presentado. Altos mandos militares cuestionaron
las inversiones de los grandes consorcios automotrices estadounidenses en china
continental, esto debido al carácter estratégico de estas fabricas en caso de
conflictos bélicos.

Los analistas militares se remontaron a la
época de la segunda guerra mundial donde las fabricas automotrices, hoy en plan
de extinción en territorio americano, se transformaron en fabricas de armamento
bélico. Con la inversión directa de estos consorcios en China, Estados Unidos
pierde capacidad bélica y China gana potencial estratégico-militar.

También se teme que al haber roces entre estos
dos países, se afecten los intereses económicos de estos grandes consorcios,
causando así efectos adversos en sus cotizaciones en los mercados de valores y
la búsqueda de intervención de estos inversionistas en problemas puramente
diplomáticos  o militares.

            Es de suponerse que el gobierno de
los Estados Unidos no ve con buenos ojos la inversión China a pocos pasos de su
frontera. Ante ellos estos hechos pueden recaer en asuntos de seguridad
nacional.

            Seria muy interesante observar el
comportamiento de todos los actores de esta nueva etapa en la historia de la
inversión extranjera de sonora. Definitivamente bajo otros esquemas y
escenarios parte de la historia se esta repitiendo. Estamos condenados a
repetirla y pecaremos de arrogantes e ignorantes si no estudiamos profundamente
nuestro pasado.

            Es papel del gobierno el incentivar
el empleo, provenga de donde sea, pero también es su obligación el buscar que
las inversiones tengan solo aspectos positivos para la sociedad y el entorno
económico de la región.

La cultura china es milenaria y
tradicionalista, esta no cambiará por los escenarios que se le presenten. Ellos
tienen formas muy particulares de hacer negocios, así que tendremos que
presentar los escenarios legales para que se atengan a ellos, Los choques
culturales también se presentarán al ser dos culturas distintas las que
trabajarán juntas.

Tenemos la obligación de echar un vistazo al
pasado hoy que se presenta una renovada dependencia económica en Sonora hacia
el capital, tecnología y empresariado chino, solo hay que esperar que la
factura histórica del pasado no sea esta vez “cobrada a lo chino”.

*Publicado en el periódico el Imparcial el 3 de Julio del 2001. Sección editorial de Frente.