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    Era ya 14 por la tarde y una amiga se acerca y me entrega la invitación, encapsulada en un sobre impecablemente blanco, grabado con el escudo del gobierno del estado en bajorrelieve y el logotipo sexenal al margen. Dentro del sobre estaba mi pase e invitación a palacio para la noche del 15 de septiembre, día del grito de independencia.

    Ansina es, diría mi tata, las coincidencias de la vida son grandes, y justamente ese 16 publicaría en este medio mi experiencia con el grito pero visto desde abajo, desde la gallola, fundido con la masa de gente (ver El Imparcial, sección editorial, 16 de Sept. 1997). Hoy sería distinto,  tendría la oportunidad de ver de cerca el ritual del grito, en el bando de los favorecidos por el sistema.

   Desde temprano tengo listo mi mejor traje y un pin de la bandera mexicana para ponerlo en la solapa. Es sorprendente como en estos días uno tiene el sentimiento de ser mas mexicano que nunca, falso patriotismo, o un nacionalismo escondido y disfrazado de banderitas en el carro, negocio y escritorio.

    Llegamos temprano a la cita, después de 1 hora de camino embotellado de gente que va a donde mismo pero con diferentes destinos fisicos, unos van arriba, otros van abajo. Pick ups, charangas, vochos, carros de lujo, importados legalmente y con calcomanía holográfica, y los siempre importados ilegalmente con calcomanía populista terminación “pafa”. Todos buscamos un lugarcito para estacionarnos, debido a mi tarjeta de invitación que charolea a un policía de vialidad, mi auto queda detrás de un Lexus ganado con el sudor del último año del sexenio y frente a una Explorer del año con asientos de piel en edición limitada grabados  con el nombre de su diseñador, lujitos que cuestan mucho pero que nuestros funcionarios se merecen.

    La entrada es por la parte trasera de palacio, nunca me había tocado entrar por ahí, una ventana sirve ahora de puerta de entrada, se tiene que hacer así debido a que enfrente esta ya la plaza llena de pueblo. Sería practicamente imposible para los funcionarios el pasar cerca del escrutinio de la gente y del pueblo, en masa el pueblo toma la conciencia de grupo, y el choteo no se haría esperar.

    El palacio luce impecable, banderas tricolores por todos lados, edecanes reparten espantasuegras, serpentinas, corsages de flores y banderas para las damas. Desde la entrada los meseros se mueven presurosos con las charolas rebosantes de canapés, jaiboles del mejor whisky de botella verde, champan, refrescos dieta y normales.

    La atención es impresionante, el vaso todavía no se vacía cuando ya te están ofreciendo otro. Pero más impresionante son las personalidades reunidas en el salón Gobernadores. Secretarios, generales, directores, empresarios del sexenio, y sus esposas e hijas luciendo sus trajes de diseñador en los mejores colores mexicanos combinables con la fecha.

    La figura central todavía no sale a saludar a su séquito, primero según la tradición debe de afinar la garganta para el grito, luego saludar a su pueblo, para después pasar al besamanos de rigor, donde los funcionarios, politicos, grillos y colados expresarán sus parabienes.

    Los cuadros de los ex-gobernadores sonorenses miran fijamente a los ocupantes del salón, cada año se han de regocijar con su presencia. Se llega la hora, la banda del estado calla sus acordes, se anuncia la presencia del señor gobernador en el balcón principal, se abren los demás balcones y los invitados del salón se arremolinan para ver hacia abajo, los de abajo ven hacia arriba, las miradas se cruzan y entrelazan, miles viendo a decenas, decenas viendo a la multitud bajo sus pies, la nostalgia recorre ya algunas caras, será su ultimo año en palacio, su última ceremonia del grito.

    Después de una retahíla de palabras del ex-comentarista de box, hoy voz oficial del sexenio, el gobernador lanza sus vivas al aire, el pueblo llega a su clímax y contesta, el salón solo escucha, los vivas son muy sordos, no los gritan a pulmón, será que les da vergüenza, no vaya a ser. Es cuestión de segundos y la campana ya repica, llama a su pueblo a la independencia, y el pueblo siempre fiel, siempre agachado, siempre en ascuas, siempre allá abajo en la turbamulta. Sigue la fiesta y estallan en el aire los cohetes multicolores iluminando las ventanas del salon y los rostros de la gente de abajo.

    El gobernador recibe la bandera del ejército, no sin antes recibir accidentalmente un tremendo astazo en la frente, no salió ileso del sexenio, hasta los del ejercito lo golpearon, pobre. Después pasa al salón, donde sus funcionarios siempre fieles lo reciben con los brazos abiertos, la cola de felicitación es grande, pero finita. Los comentadores de la radio y televisión oficial elogian las formas del evento, entrevistan al que se deja y al que esta presente, no como aquel funcionario que se fue a Las Vegas y no estuvo con su jefe hasta las ultimas.

    Vuelven los visos de nostalgia, ya a esas alturas el aura de poder se iba desvaneciendo, el espacio donde colgaría el cuadro del hoy gobernador estaba preparado, el final se acercaba ya, las maletas estaban hechas. Por eso había murmullos en la penumbra, como mencionar la otra fiesta, donde el elegido, el votado, el electo celebraba con su futuro séquito, los nombres y los puestos todavía se barajaban, pero eran pocos los elegidos que se encontraban entre los presentes de aquella noche de fiesta patria.

    El gobernador lucía contento, saludando a sus amigos, brindando con los presentes. Se le acerca su hija acompañada de un jovencito, se lo presenta y el gobernador con una mueca celosa lo saluda, y con su ceja arqueada lanza una mirada reprochadora a su ya adolescente hija.

    Los acordes de la banda vuelven a tocar, los líquidos siguen fluyendo por las gargantas anchas, las cejas siguen levitando en forma de saludo, y las tres palmadas en la espalda escuchándose por doquier. La fiesta sigue, nostálgica pero continua. Y yo soy feliz de haberla vivido, ese día compare las caras de la moneda, la del águila representante del pueblo, y la del sol, cada una dependiente de la otra, sin pueblo no hay gobierno, y sin gobierno el pueblo no se divierte.

    ¡Que viva México!

*Articulo publicado en el periódico El Imparcial, sección editorial, Columna De Frente, 15 de Sept. 1998

    Tenía tiempo ya que no asistía a una ceremonia del grito de
independencia, aproximadamente unos 10 años, el pasado 15 de septiembre me
sentí patriota y decidí ir a la plaza para revivir este momento. Después de dar
algunas vueltas por las atestadas calles del centro logré encontrar un
estacionamiento adecuado y no muy lejos de mi objetivo. Caminé por las calles
aledañas a la plaza, los sentidos se me alertaron. El olfato fue el primero que
se aguzó, comencé a oler los ricos aromas que se alzaban al aire, carne asada,
humo de carbón, pepino, manojos de cebolla tatemada y cruda, azúcar en algodón,
aceite, fritangas, harinas, tamales, menudo, pozole, frijoles, tomates,
quesadillas, tortillas, jamoncillos, cocadas, cigarro, marihuana, thiner,
resistol, alcohol, olores acres, dulces, irritantes, todo un espectro para que
mis células palparan y mis neuronas procesaran.

    Comencé a notar como la gente se congregaba, todos ibamos
hacia el mismo lugar, sin poder describir quien seguia a quien. Se ve como se
rompen generaciones, gustos y gastos, los bien vestidos se mezclan con los no
tan bien vestidos, algunos estrenan ropas nuevas, otros se ilusionan con lucir
las mismas garras de ayer, se ven tambien las chicas-maquila que gastan sus
precarios sueldos en ropas de fayuca fiadas a varios meses de trabajo arduo y
repetitivo. La brecha generacional se hace notar, los de mayor edad ven la
ceremonia como un ritual anual de patriotismo, los nuevos padres de familia
llevan a sus retoños para inculcarles el ritual de los viejos.

    Los jóvenes se dividen en pareceres, deberes y quereres.
Algunos se ve que van al desmadre, a tirar barra, a pasarsela bien, se llevan a
la morrita y a su acople, asi como un que otro vidrio escondido para inflar.
Salen a relucir los pandilleros, los hombres ropa, aquellos que se juntan para
buscar identidad de grupo, identidad que sale sobrando en este día. Ellos se
pasean en fila india, soplando cornetitas, empujando a la raza, siempre
haciéndose notar. A lo lejos los vigilan los guardianes de la ley, los cuales
solo checan por mientras para ver que no se propasen demasiado. Sobresale su
vestimenta, las camisetas negras, marrón y blancas, con las guadalupanas
litografiadas en el lomo, los pantalones aguados con el tiro hasta la rodilla,
como los que le sobraron al muertito, el cinto extragrande con medio metro
sobrando, colgando por un lado muy a la Tin Tan y sus zapatos tipo Kung Fu,
para darle como el mitológico Mercurio, alas a los pies. En el cuerpo se notan
sus heridas de combate, el estético resalta a la vista con los múltiples aretes
en las orejas y en algunas muchachitas hasta en el ombligo, dando una imagen
muy a la Madonna. Todo esto es un colage de trapos, metales, harapos y textiles
que identifica, y separa del resto al grupo, les da su estilo muy estilero, muy
como ellos quieren verse, muy diferente, muy a su manera joven de ver las
cosas.

    Vuelvo mi atención hacia lo que fui, se acerca la hora
indicada para el grito, son las 10:40 pm, trato de llegar lo más rápido posible
a algún lugar que me de acceso a una vista hacia el balcón principal de
palacio. Es un espectáculo que no me quiero perder. Esto me cuesta mucho
trabajo, entre empujones, resbalones, pellizcos, zapes, cabezazos, codazos,
manazos, aplastones, y embarrones trato de llegar a donde me propongo. A mis
sentidos llegan ahora otra clase de olores, se combina el olor del sudor, de la
raza, del perfume caro, del perfume barato, de la colonia brutal, del after
shave, del pantalón nuevo, del agua encharcada, del pañal tirado en el mosaico de
la plaza, del mango con chile que se come la señora y que accidentalmente
embarra en mi camisa. Cuando por fin llego y me coloco en mi lugar para ver el
grito, siento algo que mencionan mucho y que no había tenido la oportundiad de
sentirlo por mí mismo, es el calor humano,
ese calor que despide la masa en su conjunto, los cuerpos al unísono, la
congregación del pueblo. Recuerdo que ese día hacia un fresco muy bonito, pero
no ahí, no en medio de la plaza, ahí se sentía un verdadero calor humano,
cuando corría un poco de aire se escuchaba un “ahh” de alivio
general, luego se apesadumbraba la atmosfera y volvía otra vez ese calor humano
bochornoso, pegajoso, sudoroso, pero en fin, calor humano del bueno.

    El contacto con la gente se vuelve mayor conforme se acerca
la hora, las puertas de los balcones se abren de par en par y los trajeados y
la gente ahora si “bien” vestida, salen al balcón a dar al pueblo una
vista de lo que son y de lo que representan ser. Los trajes azules, negros,
grises, caquis, y los vestidos de noche de colores verdaderamente patrióticos
relucen entre los balconeados. Este es un verdadero momento de triunfo para
ellos, el de ver una vez más al pueblo congregado y rindiendo un tributo a la
patria. Se ve en sus caras de felicidad, en la forma en que ven hacia abajo, en
sus miradas perdidas sobre las cabezas del pueblo, tratando de identificar a
alguien que no encuentran. Como escenario auditivo, la banda del estado toca
tonadas alegres, de pronto un locutor de voz conocida comienza a recitar
demagogia, demagogia pura, puro rollo dicen los cholos, puro bluff dicen los
jóvenes bien, que ya se calle que me ataranta dicen los viejos.  De verdad parece que no se cansa de inventar
palabras nuevas y raras este señor,  no
se  entiende ni se escucha forma a lo que
dice, nomás como que aturde e hipnotiza con tanta habladera.

    Por fin sale el mandatario estatal, y es recibido con más
demagogia y alabanzas del locutor. En el balcón principal se encuentran los
altos generales del estado mayor presidencial, muy uniformados de gala, está
también la familia del mandatario, el presidente municipal que apenas y alcanza
a asomar la cabeza, y por todos lados flanquean los guaruras con mirada alerta,
trajes grises, microfonitos en las solapas y bocinitas disimuladas dentro de su
oreja izquierda. El señor protagonista se hecha el grito con voz muy norteña,
marcada y recalcada, como verdadero macho mexicano sonorense, con un estilo que
sólo se ve en las películas de Jorge Negrete. El pueblo entra en un éxtasis, grita
al unísono los vivas, uno tras otro los gritos se congelan en el aire, y se
olvidan por breves segundos los empujones, los buenos y malos olores, el
bochorno, el calor, la brisa, el aire fresco, los huevazos harinados, el
chillido del escuicle que no se esta sosiego, la rateada de la cartera, los
zapes, las cornetitas, las guadalupanas, los paliacates, los cholos y hasta se
olvida a la raza.

    Ya que terminan las fanfarrias a los héroes que nos dieron
patria e independencia un señor grita a lo lejos:  !Y que Viva Colosio y el Guati!, y más que
pronto le contestan los que lo escucharon: !Que Vivan!, convirtiendo asi por
breves momentos en héroes y mártires a estos personajes de la nueva
independencia partidista-gobiernista-municipalista. Después de tantos gritos y
vivas desgarrantes, se vuelve de nuevo a la anterior normalidad y el demagógico
locutor anuncia los juegos pirotécnicos. Entonces comienzan a surcar por los
aires los cohetes multicolores que explotan y dan vida a cientos de luces. Es
aquí cuando encuentro por fin un denominador común: los ojos de la gente, de
toda la gente, la balconeada, la de la plaza, la de los puestos, la de los
pasillos, la del balcón grande, los hechos bola, los que toman cebada, arenita,
refresco, whisky, vino rosado, los que visten nuevo, o los que se revisten con
usado, muy usado, los que saben leer y escribir y tienen colgados titulos en su
pared, o los que simplemente son analfabetos, los de ojos choros, chinos,
etnoides, redondos, bizcos, tiesos, miopes o astigmados, en todos ellos veo
como se reflejan las luces multicolores que por momentos hacen olvidar a los
modernos anti-héroes que nos quitaron parte de nuestra patria, de su patria.

     Todo termina en un
zipi zape, trato de salir lo más pronto posible de donde estoy, necesito de
aire fresco, el calor humano narcotiza, es bueno por momentos, pero su consumo
excesivo bloquea totalmente todos los sentidos. La euforia continua en la
plaza, los puestos siguen vendiendo, la gente sigue comprando en la verbena
popular. En las calles contiguas, algunos policías se desquitan a macanazos con
los pobres pandilleros que nunca nada hacen. Los globeros, bandereros, y los
algodoneros siguen gritando ya lo último que les queda de fuerza y de
mercancía, “llévese su globo de power ranger a medio precio para su hijo
seño” me dice un globero bilingüe, bajo mi negación, el se retira, y yo
continúo con mi camino hacia mi carro que me espera con un vidrio roto y un
estéreo menos. !Y que viva México!

*Articulo publicado en el periódico El Imparcial, sección
editorial, Columna De Frente, 16 de Sept. 1997, tomado de la publicación original que hice en el Semanario Primera Plana el 15 de Sept. de 1995.

Ya ha sido muchas las páginas y artículos que se han escrito sobre la
desaladora y las posibles soluciones para el abasto de agua de la ciudad de
Hermosillo, todos han opinado, desde expertos, académicos, intelectuales, empíricos,
y hasta los que no saben nada del asunto. Espero que con este artículo no quede
entre estos últimos.

            En días pasados asistí a la plática
que dieron funcionarios públicos a un grupo de ex alumnos del Tec de Monterrey.
En una muy convincente exposición de dos horas, los funcionarios, entre ellos
expertos en hidrología, geología, tecnologías de punta, financieros, política,
etc., lograron convencer a la gran mayoría de que la planta desaladora es la
mejor opción para acabar de tajo el problema del agua en hermosillo para la
eternidad, esto basado en el vasto recurso hidrológico que es el mar.

            La planta desaladora es en
definitiva la mejor propuesta del momento, ya que no hay más de donde aruñar,
no hay agua suficiente en el subsuelo para bombearla a nuestra sedienta ciudad
desértica, no llueve lo suficiente para llenar nuestras presas, y para el colmo
de los colmos hasta el agua sucia de los drenajes ya tiene dueño y esta
politizada, dándole al traste a cualquier proyecto para limpiarla, purificarla y
tomarla.

            Aún con estas desgarradoras verdades
sobre la seca realidad de Hermosillo, miles de ciudadanos, personas que saben y
que no saben sobre agua y cuencas hidrológicas, se oponen a esta solución. La
razón principal radica en el miedo a la corrupción, al manoteo como diría la
raza.

            Ante tales cuestionamientos lo
primero que aflora es la naturaleza misma del financiamiento de la planta
desaladora, la cual costara la nada detestable suma de dos mil millones de
pesos. Este dinero no saldrá de las arcas del gobierno, en ningún nivel, sino
que será financiado por capital de origen español. Así pues los funcionarios
asistentes a la platica arguyeron que de esta forma era imposible que surgiera
cualquier viso de corrupción, ya que el dinero no será público sino privado.
Aquí comienza lo raro.

            Se estima y los funcionarios lo
mencionaron, que el estudio, sólo el estudio, para presentar una propuesta al
gobierno costaba alrededor de medio millón de dólares o aún más. Para la planta
desaladora entraron inicialmente a la pelea por este gran pastel doce empresas.
De las doce empresas o conjuntos de empresas, la gran mayoría de ellas
trasnacionales, sólo una logró reunir todos los requisitos y pasar todas las
trabas burocráticas que presupone un gran proyecto como éste.

            Es lógico, muchos de ustedes
pensarán, que sólo una empresa ganaría, pero en este caso sólo una empresa
logró presentar el presupuesto y la propuesta completa, las demás se quedaron
misteriosamente en el camino, y sin ninguna explicación de por medio por parte
de los funcionarios. Así pues sólo una empresa, en este caso Unión FENOSA,
“ganó” la convocatoria pública para un proyecto privado. Las otras once dejaron
inconclusos estudios que ya les habían costado mucho dinero. ¿Raro no?

            Aún con la respuesta de que el
dinero no es publico sino privado, y que no se puede prestar a malversaciones,
la planta desaladora será pagada por los consumidores de su agua en un plazo de
veinte años. Es decir, el costo de esta se puede inflar para lograr una
licitación favorable, y aun así será pagada por el respetable ciudadano
consumidor de agua, a un precio que todavía no se establece ni se marca claro,
sujeto al costo de los insumos internacionales, al vaivén de la moneda, al
costo de la energía eléctrica e inflación. Y la empresa inversionista téngalo
por seguro no va a perder ni un solo centavo de su inversión.

            ¿Porque las otras once compañías no
lograron llegar a la recta final de la licitación?, es una pregunta que debe de
ser contestada con claridad y que en caso de no resolverse requiere de una
investigación profunda, por lo menos periodística.

            Otro punto en contra es la
localización de la planta misma, actualmente en el proyecto esta contemplada su
localización a aproximadamente ciento treinta kilómetros de la ciudad, hacia la
costa de Hermosillo. Una pregunta que afloró en varios de los asistentes es:
¿Porque no Guaymas?. Si una planta desaladora se sitúa en Guaymas, solucionaría
en parte los problemas económicos de ese puerto, y lo más importante, solucionaría
los problemas de agua potable de por lo menos cuatro ciudades, entre ellas
Hermosillo, Guaymas, San Carlos y Empalme, desarrollando así un corredor
Turístico-Empresarial entre Guaymas y Hermosillo. Además con la utilización
inversa del hoy tan peleado acueducto Yaqui-Guaymas, hasta se puede surtir en
un futuro la demanda de agua de estas regiones más al sur.

            Por último, a la par del problema de
abasto de agua en nuestro desértico panorama también hay el problema de abasto
de energía eléctrica. Este problema no es aislado de nuestro país, vemos como
hay recortes de energía en muchos países del mundo entre ellos Estados Unidos.

Una planta desaladora consumirá decenas de megawatts por hora, y las
bombas que subirán el agua a doscientos metros sobre el nivel del mar también
consumirán bastante energía. ¿De donde la sacarán…? ¿De la nueva planta de
ciclo combinado construida también por Unión FENOSA?, ¿Y si sube el precio del
Gas Natural con el que se opera la planta de energía, subirá el del agua
potable también?

Hermosillo esta sediento, y su sed tiene que ser aliviada en un proyecto
de grandes magnitudes como la desaladora, pero este proyecto al ser pagado en
un futuro por los ciudadanos requiere de transparencia y efectividad. Los
ciudadanos ya estamos hartos de ver a funcionarios misteriosamente enriquecidos
por oleadas en cada sexenio que ha concluido. Unos con magnos proyectos
carreteros, otros con magnos proyectos urbanos.

El proyecto de la desaladora deberá de ser puesto en consideración junto
con las propuestas de los candidatos para gobernador del 2003, no deberá de ser
un proyecto de mitad y final de sexenio porque se presta a muchos malos manejos
y pensamientos. Este proyecto deberá de estar en el bagaje del próximo
gobernador, sea del partido que sea. Más claro que el agua sin sal, nada.

*Escrito publicado el día 6 de septiembre de 2001 en la sección editorial del periódico El Imparcial, en la columna Editorial De Frente.

PD: cási a nueve años de distancia el problema del agua potable en hermosillo no ha sido resuelto. Y hoy se pone a consideración de nuevo una planta tratadora de agua de mar para resolverlo. Hay muchas aristas y muchos problemas que resolver que todavía a 9 años de la propuesta de FENOSA no se han resuelto.


Cuenta la leyenda que
una vez se reunieron un grupo de amigos con sus esposas e hijos para hacer un
campamento. Todo iba muy bien hasta que comenzaron los regaños maternales. “Hijo,
no te metas al agua”, “cuidado que te pican las abejas”,
“ven acá chamaco para secarte que te vas a resfriar”, “hay que
hacer la comida, ya es hora”, “niño ponte bloqueador que esta muy
fuerte el sol”, “hombre que estas metiendo arena dentro de la carpa
de campaña sacúdete los pies antes de entrar”, esto con una larga letanía
de cosas que pacientemente observaban y estoicamente acataban los papás y los
hijos.

    Así
fue que hace un poco más de seis años este grupo de papás se revelaron ante el
matriarcado para crear un concepto único y muy especial, el campamento Coyote
Iguana. La principal regla: Prohibido que asistan madres de familia o cualquier
mujer mayor de edad con alguna conexión con el papa o los hijos con la cual
pudiesen despertar algún instinto maternal irreversible.

    En
un principio los campamentos eran de no más de una docena de carpas y carros,
unos amigos invitaban a otros y se corría la voz, se hacia una vez por año
generalmente a finales de marzo ya que acabara el frío y no hiciera tanto
calor. La sede se cambiaba según los asistentes, a veces en la playa de la Ona,
cerca de la Isla del Tiburón y Punta Chueca, otras veces en la playa San Nicolás
y en otra ocasión cerca del estero de Santa Rosa.

    Conforme
pasaron los años la organización se hizo mas profesional, ya se organizaban los
padres a través de correos electrónicos. Se mandaron a hacer camisetas, calcomanías,
gorras y pulseritas. Los concursos improvisados en un principio se
institucionalizaron. El concurso de pesca, el de castillos de arena, las
carreras de sacos, el tiro al blanco.

   En el
ultimo par de años se hacen dos eventos anuales, uno a finales de Marzo y el
otro a mediados de Octubre, teniendo como sede permanente la playa de San Nicolás
frente a las imponentes dunas de arena.

    Hoy
en cada Coyote Iguana se puede esperar una asistencia minima de 150 personas
incluyendo a niños, cientos de carpas, carros, sandboards, motos, utensilios de
pesca y las últimas modalidades de carpas de campaña.

    El
convivio con los hijos inicia desde que se hace la compra en el supermercado
para el campamento, lo conveniente es ir con los hijos horas antes de partir y
comprar todos los víveres. Por lo general se deja que los hijos escojan lo más
nutritivo y proteínico para sus pequeñas mentes. Gansitos, Pingüinos, totopos,
panecillos, sodas de todos sabores, es lo primero con lo que se va llenando el
carrito. Los papas echan su cerveza, carne para asar, o de plano un frasco con
mayonesa, un paquete de jamón y uno de pan para sándwich. La regla no escrita:
no les pasara nada a los hijos si comen gansitos y sodas por un fin de semana.

    El
campamento es altamente esperado por los pequeños y por los grandes. Es un fin
de semana de liberación, de convivencia pura padre e hijo, sin cortapisas y con
libertades totales. Si no te quieres quitar el agua salada, no te la quites
mijo. Que no me quiero lavar los dientes, ni cepillo te traje mijo. Apá voy a
subir la duna, me meteré al mar, iré a las piedras, adelante hijo, haga lo que
le plazca su gana.

    La
divina providencia y muy seguramente las bendiciones de las madres acompaña a
estas familias, nunca en muchos años de convivencia ha pasado algún accidente,
fuera de las picaduras de aguamala que normalmente calman con los orines de algún
compañero caritativo.

Los hijos conviven libremente con otros niños y niñas,
los padres despreocupadamente se sientan en sus sillas a ver el mar y platicar
con sus amigos, no hay ningún grito, los estéreos tocan a volumen regular los éxitos
ochenteros, todo es paz, tranquilidad y calma. Por las noches los asadores
comparten su carne, la hieleras son libres, todo es un gran entramado social
compartido y feliz.

    En
un campamento de estos se puede observar de todo, desde los papás que cargan
hasta con lo ultimo de tecnología para acampar, carpas con sala comedor, cocina
y baño, planta de luz, extensiones de luces navideñas, motocicletas para arena
y todos los juguetes habidos y por haber. Los hay mas prácticos y
experimentados ya que la vida les ha dado la experiencia de que todo lo que se
baja del carro se tiene tarde o temprano que volver a subir, limpio de arena o
en su defecto lavarlo en casa.

La novatada es pagada
por todos y cada uno de los padres, las dunas de abajo se ven bajitas y fáciles
de subir, los niños las suben rápido y las bajan corriendo. Los papás
probablemente solo lo hagan una vez, una vez en su vida y aprenden la lección.

    La
convivencia por las noches es extraordinaria, se prende una gran fogata, el Tío
Perro García cuenta con su voz rasposa y chocarrera la historia del Coyote
Iguana y la de Lola Casanova, cada año la cuenta distinta, pero siempre muy
divertida. Los niños se arremolinan alrededor de la fogata con sus papas y los
mas atrevidos cuentan chistes o historias de miedo en el altavoz. Se tiran
cohetes y fuegos artificiales, y cuando se deshace la fogata cada quien toma su
lámpara y se ven luces moviéndose por todos lados, son los niños que corren de
un lado para otro, mientras los papás preparan algo parecido a la cena o se
toman unas cervecitas para comentar el día con los amigos.

Desde un inicio el
campamento Coyote Iguana ha sido un factor de unión de familias hermosillenses,
cada vez son mas los padres de familia que se unen. Mi reconocimiento a los
fundadores de este movimiento, al perro García, al Abraham Romandía, al Oso, al
gringo viejo de Kino, al chileno, al Bob Limón y a todos los padres de familia
que año con año hacen posible que esto siga creciendo y alimentando la
convivencia entre padre e hijo.  Nos vemos el próximo Coyote Iguana!


Pablo y el Coppel preparandose para surcar la duna cuesta abajo en sus veloces dispositivos.

(foto cortesía del papá de pablo que tambien subio la duna)


Todo tranquilo bajo el sol y sobre la arena.autoalimentándose con sandwich y sandía.


Compañeros veteranos sobrevivientes de ya más de 6 campamentos Coyote Iguana.


Niños en playa hidratandose con juguitos y esperando ya la salida.

El Molina vigilando a sus crios bajo la sombra de la carpa, en su mano una bebida refrescante de malta (no vista en la foto).

El tocayo Araiza preparandose unas almejas reyna recien sacadas del mar.(cuando le preguntaron esa mañana pescador que las vendió que si eran frescas contesto: “son de hoy en la tarde”)

Abnegados padres de familia sufriendo las inclemencias del sol.