¡Que hice Dios mío para
merecérmelo!, fue lo primero que se me vino a la mente al ver los resultados de
la encuesta sobre confianza publicados el pasado lunes en El Imparcial. Fuimos
mencionados en la lista entre los últimos lugares. Los empresarios estábamos
justo abajo de los gobernantes y arriba de los policías y abogados. Nos ganaban
los sacerdotes y los deportistas.

                Pensé hacia mis adentros
buscando un alivio temporal o una excusa, tal vez  influyó el caso de Enron o de WorldCom, a lo
mejor Carlos Cabal Peniche y sus multimillonarias fianzas, o la fastuosidad y
parafernalia excesiva con la que se llevaron a cabo los encuentros de los
empresarios en el APEC.

                Seguí con mis pensamientos
delirantes, exigiría una segunda vuelta ya que los empresarios merecíamos una
oportunidad más.  Hasta me imagine una
encuesta aplicada a  niños de sexto año
de primaria, donde les preguntasen que profesión quisieran ejercer de grandes,
les aseguro que la de político, policía y empresario estarían en primer lugar.
También puedo asegurar que a la pregunta del porque responderán : “porque son
los que hacen mas lana”.

                En mi mente el asunto se ponía
Maquiavélico, tal vez y la encuesta estaba sesgada y solo se cubrió a
trabajadores hartos de sus patrones. El típico que le preguntas lo que esta
haciendo y te contesta: “aquí trabajando, no hay de otra”. Gente que se
visualiza todavía con grilletes, cadenas y pesadas bolas de acero arrastrando
en sus pies y culpan de todas sus frustraciones a una sola persona: el
empresario.

                Verdaderamente ¿somos los
empresarios seres de poca monta en los cuales no se puede confiar?. Si nos
vamos a los hechos veremos que esto es lo mas lejano a la realidad. La
profesión de empresario es una de las mas envidiadas y buscadas por la gente,
todos en algún momento de su vida sueñan con su empresa. En contraparte es una
de las profesiones mas incomprendidas.

El empresario en la visión de muchos es todavía dueño del chicote y del
fuete. Cuando hay de por medio una exigencia de resultados a los trabajadores
se les tilda de “negreros”, cuando existe un don de administrar cuidadosamente
los recursos es un “judío” (sin ofensa de por medio). Y si algún empresario
osare en hacer fortuna rápida por medio de su inteligencia y sagacidad
multiplicadora de recursos, inmediatamente la gente murmura y levita la ceja
diciendo a su paso: “esta lavando dinero…”.

Me pongo a pensar en qué pudo causar esta opinión tan adversa a nuestra
profesión, si bien es cierto que en todas
partes se cuecen habas en Sonora últimamente el caldo ha estado muy
nutrido. Maquiladoras que cierran y no liquidan a sus empleados, empresas que
se venden al mejor postor y dejan a miles en el desempleo. Personas que lucran
con la explotación y se aprovechan de las necesidades de la gente pagándoles
muy por debajo de sus habilidades.

La moda imperante en el empresariado mexicano es la de vender los
activos productivos (negocios) para tener la liquidez necesaria (dinero) para
invertirlo en actividades mas productivas (ser millonario) como lo son cuentas
bancarias, acciones y bienes raíces.

                Todo
esto se puede resumir en una generalizada falta de cultura empresarial. Esta
cultura empresarial no se ha sembrado y por lo tanto no hemos levantado
cosechas en por lo menos una generación. Son pocos los garbanzos de a libra que
hoy están floreciendo en el medio empresarial sonorense. La falta de
solidaridad, asociación y permanencia del gremio empresarial están haciendo ya
mella en su rendición de cuentas hacia la sociedad, también la extinción de los
mejores lideres empresariales de nuestra comunidad nos esta dejando sin modelos
y patrones a seguir en el futuro.

                Necesitamos recuperar el
espíritu empresarial, sacar la casta por las generaciones que vienen, pensar en
la empresa como una organización al servicio de la sociedad, que crea empleos
bien remunerados y satisfactorios, que no contamine a las personas y al medio
ambiente que nos rodea, que sea generadora de entrenamiento y educación
constante y que cierre el circulo con una utilidad que se derrame en riqueza
para sus propietarios, administradores y colaboradores..

                A los empresarios también les
hace falta capacitación y educación, ya hay esfuerzos concretos de
organizaciones para enfocarlos más hacia la formación social integral de su
persona para que puedan transmitirlo a sus colaboradores, tal es el caso de la
Unión Social de Empresarios Mexicanos, la cual por más de veinte años ha estado
cultivando esta semilla en los empresarios a través de su Curso de Formación
Social.

                Debemos los empresarios sembrar
el espíritu de cultura empresarial en nuestra comunidad, así a través del
ejemplo debemos ganar de nuevo la confianza de nuestra sociedad a la que
servimos. Es necesario hacer esto para levantar la cara y así decir abiertamente
como un credo: “Soy empresario, creador de empleo y riqueza, de bienes,
servicios y consumibles…”.

*Artículo publicado en la sección editorial del periódico El Imparcial el Martes 29 de Octubre del 2002 en la sección De Frente.